domingo, 11 de octubre de 2009

Otra para gobernantes: ¿PARA QUIÉN GOBERNAR?

Es bueno preguntarse para quién gobernar. Aunque la respuesta parezca obvia, “para el conjunto de la sociedad” diría cualquier político, es sin dudas hipócrita. La acción de gobierno generará cambios o transformaciones que forzosamente beneficiarán a algunos y perjudicarán a otros.

De un análisis posterior surgirá la verdad, más allá de la declamación y aún de la intención del gobernante. Habrá gobernado para quienes resultaron más beneficiados y en contra de quienes resultaron más perjudicados con sus actos de gobierno.

La hipocresía corroe la mayoría de los discursos políticos. No todos, pero sí la mayoría. La gente los detecta, y aunque los vote (al mal menor), no se engañan.

La sociedad argentina está necesitada de líderes en quienes creer.

Ya no es la sociedad del 45. Ya no existen las grandes masas que manipuló Perón para tomar y mantener su poder. La gran masa de votantes no está representada en los piqueteros de D’ Elía. Ni existe una clase trabajadora fuerte representada por Moyano ni por los gordos ni por los “flacos” (ATE y Cía.)

Estos personajes y sus seguidores (más allá del importante poder que algunos lograron, hasta con bloques legislativos propios) no son diferentes al sistema de aparato punterístico que se crea temporalmente en un partido para ganar la interna. Antes era muy útil también en la general, pero en muchos lugares del país cada vez hay menos gente que se deja llevar a la mesa electoral con boleta puesta. En síntesis ni los gremios (una columna vertebral que se quedó sin médula) ni las “Organizaciones Sociales” son referentes mayoritarios. Sumados sus votos en una elección están muy por debajo del 10%

Entre ellos, algunos constituyen minorías prepotentes que, bien juntitos y a los gritos ocupan los espacios geográficos y políticos, y amparados en un Estado Ausente, avasallan derechos de la verdadera mayoría, que, con mayor o menor paciencia espera que algún gobernante se haga presente y les despeje el camino para seguir trabajando, produciendo, investigando, estudiando, etc.

Este fenómeno de las minorías prepotentes es una consecuencia de lo que Jeremy Rifkin proponía en su obra “El Fin Del Trabajo” en forma de brigadas de voluntarios para solucionar la desocupación. Nosotros creamos las brigadas, y cuando volvió la ocupación nadie quiso ir a trabajar, porque era mucho mas divertido piquetear.

Sumado a la vocación de ausencia del gobierno, nos lleva por un sendero nefasto hacia la disolución de la sociedad. Porque frente al piquete, el que transita por una ruta cortada está sólo ante a un poder extraño. Un poder de facto que lo aprisiona. Y aquellos a quienes votó para ejercer el poder legal le niegan asistencia. A todos los efectos, en ese lugar y en ese momento el contrato social está disuelto. Ahí la víctima podrá rescatar para sí la facultad delegada al Estado acerca de la protección de sus bienes y derechos. Podría responder a la agresión con otra agresión y no podrá ser juzgado. Todo esto, que parece una novela es simplemente la reflección de un grupo de víctimas reiteradas de la prepotencia y el autoritarismo de los piquetes.

Estas cosas preocupan al grueso del pueblo argentino, y aparentemente no existe gobernante capaz de resolverlo. Sobish tomó un camino y le fue mal. Murió un maestro.

Aquel que pretenda resolver estas cosas ha de tener la capacidad necesaria para poner a este pueblo a pensar en positivo, con nuevas metas y nuevas motivaciones, con objetivos comunes superiores que ayuden a perdonar desencuentros. Si, PERDONAR, no hay otro camino. Porque tendrá que sentarse el vecino victima de piquetes a la misma mesa que el piquetero que le apedreó el auto, y con el Juez que no procedió ante la denuncia, para resolver los problemas del barrio o la ciudad que comparten. Cómo hace si no los perdona.

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